Una nueva esperanza.

Cuando era niña quería ser periodista, escribir artículos, entrevistar personas, hasta locutora o corresponsal de guerra quería llegar a ser, por cuestiones que no vienen al caso, no lo fui. Me acuerdo que en 5o año de la preparatoria aún no sabía a qué área me iba a inscribir en 6o año, dependiendo la carrera que se quiere estudiar, hay que elegirla. Lo único que sabía es que tenía que sacar buenas calificaciones para elegir carrera y campus.

Francamente debería de ser ilegal que te obliguen a decidir que es lo que quieres hacer el resto de tu vida a los 15 años, a esa edad no sabes las dimensiones de tus decisiones.

En aquel tiempo estaba en la televisión la serie ER, me encantaba, me imaginaba que así era la medicina en México, jajaja, gran error, ojalá hubiera visto la primera temporada completa. El punto fue que elegí estudiar medicina, a mis 17 años estaba ya en la facultad y aún recuerdo, como si fuera ayer, mi primera clase, de histología, recuerdo que me senté junto al único que conocía del grupo, un compañero de preparatoria que casualmente quedó en el mismo grupo que yo, con quien después iba a estar discutiendo mucho a mediados de la carrera. No recuerdo si fue en el primer año o en el segundo me llegó el atisbo de que no era lo que yo esperaba la medicina, pero por x razón, yo seguí y aguanté, con buenas calificaciones, que hoy viendo hacia atrás, no supe cómo existieron.

Un buen día llegó la elección de plazas para el internado, yo solo sabía que quería irme a un lugar con playa y pensé ”más vale malo conocido que bueno por conocer” y me fui a Veracruz, hasta el día de hoy, el mejor año de mi vida, donde la medicina y yo nos dimos otra oportunidad, donde aprendí mucho, y realmente no me puedo quejar de ese año, solo del jefe de enseñanza que desde el primer día nos lo pintó todo negro, pero no fue así, afortunadamente no tuvo nada de razón, ni de sentido común, también recuerdo a un doctor al que le gustaba acariciar asquerosamente mi mano, los acosadores nunca faltaron en mi paso por la medicina.

Después vino el año del servicio social, en esta ocasión elegí lo más cercano a casa, lo que conllevó al que aún hoy y a pesar de todo lo que he vivido haya sido el peor año de mi vida. Los que siguen este blog, saben a donde fui a dar y porque se lleva el título del peor año, los post siguen abajo en algún lado. Ese lugar se llevó la dulzura que algún día llegué a tener como médica, aunque aún recuerdo la primera paciente que me despertó la ternura, en Veracruz, una niña que requería de Neurocirugía, casualidad o destino, no lo sé.

Pasó el tiempo, acabó el martirio, lo único bueno de ese año fue una gran amiga que hasta ahora conservo. El examen profesional llegó y se fue afortunadamente aprobado. Intenté dos veces el ENARM, para cirugía, en el internado me había enamorado de la cirugía, la última vez quedé a unas décimas de quedarme, pero no pasó, el tiempo diría porque.

En vista del éxito no obtenido entré al propedéutico de una maestría e intenté por última vez el ENARM, ahora para urgencias, asombrosamente fui aceptada en ambas, pero me fui a la especialidad, fueron 3 solitarios años, donde ni una sola alma me felicitaba en persona el día de mi cumpleaños, donde las personas afirmaban que yo no era su amiga, donde otra vez estuve apunto de dejar todo, de agarrar maletas y regresar de Mérida, pero aguanté una vez más y terminé, al final elegí una plaza de trabajo, preguntando a una amiga de la facultad, elegí su hospital ahí la coincidencia se volvió destino.

Cuando empecé con el trabajo en el hospital, veía a mis compañeros con más antigüedad y honestamente yo no me veía igual, después de 10 o 15 años haciendo lo mismo y mucho menos jubilándose un día después de casi o más de 30 años, y lo peor, sin obtener nada a cambio, porque ya no me iba a tocar jubilación, el resto de mi futuro iba a depender de lo que hubiera ahorrado del afore, de las comisiones de esos ahorros y del resto que no me hubiera robado el gobierno.

Y un buen día, como en la vida de todos, llegó la pandemia de COVID a la mía, ahora nos tocaba arriesgar la vida por terceros que no se habían cuidado, por aquellos que por negligencia o accidente se habían contagiado y requerían estancia hospitalaria. Desde el servicio social me había topado con personas conflictivas, pero lo que desató el COVID, fue lo peor que yo he llegado a ver en mi vida, en todos mis años ejerciendo la medicina, desde gente que estuvo apunto de agredirnos físicamente, pasando por los que no creían en el COVID que nunca faltaban, los que aún sabiendo que ya estaban infectados con COVID no se ponían el cubrebocas o que a pesar de saberse contagiados lo ocultaban y los peores los médicos que decían que con el COVID no pasaba nada, los médicos que no quisieron vacunarse, los médicos que solo esparcieron ignorancia entre la gente.

Y ahí finalmente llegó el día en el que ya no pude aguantar más, mi tiempo y propósito en la medicina había llegado a su fin, meses antes había pensado cambiar de vida, pero con la pandemia y después de percatarme que yo había elegido ese camino por una razón, que ya había pasado un año antes de la pandemia, ya no hubo marcha atrás.

Esto había empezado en enero del 2001 y terminaba el 22 de octubre del 2021… el último día que fui a trabajar, dejé 10 años de antigüedad, un sueldo decente, cambié esa “tranquilidad” si es que así se le puede llamar de un trabajo “seguro” por el desempleo, el 25 de octubre firmé mi renuncia y soy feliz al decir que no me arrepiento ni por un segundo de mi decisión. Vale todo cuando ya no me despierto estresada por tener que ir a un trabajo que ya no me hacia feliz, un trabajo en el que tenia miedo de dar informes, de que me tocará un familiar conflictivo o un paciente con COVID, ya no me hacían feliz los casos interesantes, después de tener tan cerca a la muerte, literalmente soplándome en la nuca, ya no quise aguantar más y finalmente decidí darle un giro de 180 grados.

El 25 de octubre empecé el bootcamp de Web Development en Ironhack, pretendo ser una web developer, al inicio de la pandemia ya me había interesado en el tema, pero en aquel momento dije “cuando acabe la pandemia y sean presenciales, me inscribo” Jajajajajajajajajaja, irónicamente la pandemia hizo que todos estos cursos se pudieran tomar remotos y hoy ya no imagino cómo sería un bootcamp presencial.

Ahora me despierto a las 8 de la mañana, me baño, prendo mi computadora y a las 9 am empiezan las clases con excelentes maestros, personas que saben mucho y que les gusta compartir su conocimiento, no con personas que al no saber algo te dicen “tonta” o “estúpida” como pasa en la medicina o con personas celosas de su conocimientos que ni siquiera querían pasar un artículo.

Ahora tengo compañeros que me apoyan, no niego que en la medicina encontré a quienes también me apoyaron, pero también me encontré con acosadores que gustaban de molestarme, no sé si en el mundo de la programación me llegue a encontrar con acosadores, tal vez los haya, pero por lo menos ahora no hay nadie que me toque si no lo quiero.

A las 13.30 horas inicia la hora de comida, como en casa, comida decente y casera, tengo tiempo suficiente para tomar una siesta, descansar en un lugar decente, con un baño decente, no como en la medicina que nunca encontré un baño decente, excepto en mis rotaciones en un hospital de tercer nivel y otro particular.

De 15 a 18 horas más practica, estudio, clases, varía, más aprendizaje, si no entiendes algo, hay alguien, los teachers assistant que te apoyan siempre y con muchísima paciencia, no hay nadie que si te contaminas te dan un golpe en las manos con las pinzas o te corran de algún lugar.

Hoy no sé si hice mi mejor elección de bootcamp, hoy solo tengo esperanzas de que el próximo año conseguiré un mejor trabajo y que poco a poco iré aprendiendo más, creando cosas extraordinarias con la computadora, el sueldo es lo que menos importa, ni todo el dinero del mundo vale la tranquilidad y eso espero encontrar el 2022. No sé lo que me depare el destino, no sé si regresé algún día a la medicina. Pero por lo mientras he decidido un cambio de carrera, después de haber vivido de y por la medicina por 20 años, nunca es tarde para cambiar de vida y hasta ahora, no me arrepiento.